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lunes, 25 de enero de 2010

Skógafoss

ó

En la costa sur de Islandia, en las proximidades de Vik y visible ya desde la carretera que circunda la isla, se encuentra Skógafoss, esta preciosa catarata de 60 metros de altura.
A mí me gusta prescindir de la presencia humana cuando hago fotos en parajes naturales, costumbre que me lleva no poco empleo de tiempo y paciencia hasta que el encuadre queda ausente de congéneres. No tengo nada especial contra la raza humana pero, enfrentados ante la magnificiencia de la naturaleza, siento que somos como molestas manchas que la afean y no la hacen justicia. Algunos de nosotros han logrado integrarse con armonía en el entorno (pienso, por ejemplo, en pescadores o campesinos, o en las comunidades indígenas, que siempre han vivido en respetuoso equilibrio con su hábitat), pero el resto no somos más que una ridícula colección de chándales fluorescentes y gafas de espejo, tejidos de lycra y tratamientos gore-tex, absurdos destellos de contemporaneidad en escenarios arcanos.

Afortunadamente, Islandia es lo suficientemente salvaje e inhóspita para no captar la atención turística de manera masiva, de ahí que las imágenes que les traigo hoy, al ser tomadas, no requirieran de ningún esfuerzo especial para preservar la virginidad del paisaje. Sí me he permitido introducir una presencia, a modo de referencia, para valorar la grandiosidad de Skógafoss.
 Islandia es tierra de leyendas, y Skógafoss, como no podía ser de otro modo, también tiene la suya
Cuentan que el vikingo Prasi, primer colono de la región, escondió un tesoro tras la catarata. Siglos después, unos aventureros se propusieron rescatarlo y a punto estuvieron de conseguirlo, pero al levantar el cofre se rompió una de sus asas y el tesoro se hundió irremisiblemente en el profundo lodo. Esa asa, único resto del cofre, decoró durante mucho tiempo la puerta de una iglesia local y, hoy día, puede ser contemplada en el cercano museo de Skogar.

jueves, 22 de enero de 2009

Dioses paganos


Esta catarata se encuentra en la zona central del norte de Islandia.
A sus gélidas aguas fueron arrojadas todas las imágenes de las deidades paganas cuando, en el año 1000, los islandeses decidieron adoptar el cristianismo como religión.
Su nombre es Godafoss: La Cascada de los Dioses.

Una de las cosas que más me llamo la atención durante mi estancia en la Tierra del Hielo fue el íntimo vínculo que sus habitantes mantienen con su paisaje.
En España, como en muchos otros lugares, los grandes acontecimientos históricos que cambiaban el rumbo del país acontecían en castillos, palacios, catedrales o monasterios.
En Islandia, ese papel quedaba reservado a espacios físicos de su geografía dotados de un fuerte caracter simbólico.

Contemplando la fuerza y pureza de este salto de torrenciales aguas heladas, cuesta imaginar mejor lugar donde lavar el pasado de un pueblo y bautizar su futuro.