martes, 4 de noviembre de 2008

Lunes

Primer lunes de noviembre. Cinco y media de la tarde.
Me dirijo en coche a un centro comercial para hacer unos recados.
Llego a un “ceda el paso” en un cruce.
Por mi izquierda se acerca un motorista; delante mío circula una camioneta que se para en mitad de su camino. A mí me queda un poco de espacio para poder girar a la derecha, esquivándola. Creyendo que el motorista va a parar, giro poco a poco, pero me detengo porque veo que prosigue su marcha hacia mí.

Cuando está entre la furgoneta y mi coche, el motorista apunta con el dedo a la señal de "ceda el paso" y me grita como un poseido:" ¡ Gilipollas !! ".
Me quedo paralizado mirándolo, con señas intento darle a entender que lo he visto y he parado. Él sigue mirándome enfurecido y vuelve a gritar: " ¡ Gilipollas !! ". Veo su rostro enrojecido de ira tras la visera del casco. Entonces, gira a la derecha para entrar en la rampa de acceso a un aparcamiento. Para y se vuelve hacia mí, nos miramos, de nuevo me llama gilipollas (parece ser que no conoce otro insulto) a grito pelado. Señalándome la sien con el dedo índice le digo que le falta un tornillo, que no está muy bien de la cabeza.

Prosigo mi camino, pero me ha quedado mal cuerpo.
Termino de hacer mis recados y ya regreso a casa.

En la escalera mecánica que conduce al aparcamiento,
una madre y su hijo ( de 9-10 años) discuten.
Ella intenta explicarle, con tono contemporizador pero firme, que el tipo de videojuego al que juega en el ordenador no es el más adecuado para un niño, que no quiere verlo más jugar a éso.
El chaval, molesto y contrariado, se defiende.
Entonces oigo a la mujer decir:
“...lo que no puede ser es que cada vez que pase por delante de tu habitación vea sangre en la pantalla, no puede ser...”.

Antes de acostarme, me preparo una infusión.
Se me ha disparado un poco la ansiedad .

Los lunes pueden llegar a ser duros.

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