"I'm going down town where there's music/ I'm going where voices fill the air/ Maybe there's someone waiting for me/ With a smile and a flower in her hair
I'm going down town where there's people/ The loneliness hangs in the air/ With no-one there real waiting for me/No smile, no flower nowhere".
"Voy al centro de la ciudad, donde haya música/ donde el aire esté lleno de voces/ Quizá allí alguien me esté esperando con una sonrisa y una flor en el pelo
Voy al centro, adonde haya gente/ La soledad suspendida en el aire/ No hay nadie esperándome/ No hay sonrisas, ni flores por ninguna parte".
"Coles Corner", Richard Hawley (2005)
I'm going down town where there's people/ The loneliness hangs in the air/ With no-one there real waiting for me/No smile, no flower nowhere".
"Voy al centro de la ciudad, donde haya música/ donde el aire esté lleno de voces/ Quizá allí alguien me esté esperando con una sonrisa y una flor en el pelo
Voy al centro, adonde haya gente/ La soledad suspendida en el aire/ No hay nadie esperándome/ No hay sonrisas, ni flores por ninguna parte".
"Coles Corner", Richard Hawley (2005)
Richard Hawley, uno de los pocos románticos de verdad que le queda a la música británica, publicó en 2005 "Coles Corner", un disco precioso y atemporal, al margen de modas.
Coles Corner es el lugar tradicional de encuentro de la gente en Sheffield, su ciudad natal (su equivalente en Barcelona sería la entrada de El Corte Inglés, o del bar Zurich, en la plaza de Catalunya).
En Tokyo, ese lugar especial donde la gente se cita es la estatua de Hachiko, junto a la salida del mismo nombre de la estación de trenes de Shibuya.
Hachiko era el perro de un profesor que vivía cerca de la estación, y que cada día acudía allí, a esperar el regreso de su amo. Cuando éste murió, el animal siguió fiel a su costumbre, durante 10 años, hasta su muerte. El cariño de los japoneses por esta historia le hizo merecedor de una estatua en su honor y de un mural con su imagen en la terminal.
Pasé un plomizo y líquido domingo deambulando por el distrito de Shibuya, buscando tiendas de discos donde adquirir música que no encontraba en España.
Shibuya es, en cierto modo, el alma joven de Tokyo: todo un hervidero humano, un inmenso escaparate de tendencias, rodeado de pantallas gigantes y neones multicolor. Pero para alguien como yo, que no está teniendo un buen día, se transforma en un lugar extrañamente excluyente, que acentúa la sensación de desarraigo y de fugacidad que puedes llegar a sentir en grandes ciudades como ésta.
Como cantaba Richard al inicio de esta entrada, la muchedumbre arropa, pero también difumina y puede hacerte sentir más solo e insignificante.
Es entonces cuando empiezas a aislar momentos, a capturarlos, y a dejar vagar la imaginación. Es entonces cuando ves a una chica sola, bajo la lluvia, esperando algo, o a alguien, que le de sentido a todo. Y es entonces, justo en ese instante, cuando piensas en Hachiko, ese bendito perro estúpido.
Coles Corner es el lugar tradicional de encuentro de la gente en Sheffield, su ciudad natal (su equivalente en Barcelona sería la entrada de El Corte Inglés, o del bar Zurich, en la plaza de Catalunya).
En Tokyo, ese lugar especial donde la gente se cita es la estatua de Hachiko, junto a la salida del mismo nombre de la estación de trenes de Shibuya.
Hachiko era el perro de un profesor que vivía cerca de la estación, y que cada día acudía allí, a esperar el regreso de su amo. Cuando éste murió, el animal siguió fiel a su costumbre, durante 10 años, hasta su muerte. El cariño de los japoneses por esta historia le hizo merecedor de una estatua en su honor y de un mural con su imagen en la terminal.
Pasé un plomizo y líquido domingo deambulando por el distrito de Shibuya, buscando tiendas de discos donde adquirir música que no encontraba en España.
Shibuya es, en cierto modo, el alma joven de Tokyo: todo un hervidero humano, un inmenso escaparate de tendencias, rodeado de pantallas gigantes y neones multicolor. Pero para alguien como yo, que no está teniendo un buen día, se transforma en un lugar extrañamente excluyente, que acentúa la sensación de desarraigo y de fugacidad que puedes llegar a sentir en grandes ciudades como ésta.
Como cantaba Richard al inicio de esta entrada, la muchedumbre arropa, pero también difumina y puede hacerte sentir más solo e insignificante.
Es entonces cuando empiezas a aislar momentos, a capturarlos, y a dejar vagar la imaginación. Es entonces cuando ves a una chica sola, bajo la lluvia, esperando algo, o a alguien, que le de sentido a todo. Y es entonces, justo en ese instante, cuando piensas en Hachiko, ese bendito perro estúpido.
Tan estúpido como para esperar diez años.
Tan bendito como para morir con la esperanza intacta.
2 comentarios:
He llegado aquí por casualidad. Es preciosa la historia del perro, realmente preciosa. Apuesto a que poca gente que decían querer a aquel hombre esperaron tanto por él nunca, ni le guardaron esa fidelidad en sus diferentess modos. Una parábola de la amistad ultraespecies. Voy a copiarme la imagen para recordarla.
Respecto a lo que dices de la ciudades, es totalmente cierto, cuanta más gente más te difuminas, más insignificancia, con el riesgo de sentirte más solo que nunca.
Bienvenido seas, Alimatou, y gracias por tu comentario.
Tokyo es una ciudad magnética y fascinante,que, para bien o para mal, crea sensaciones intensas y perdurables.
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