lunes, 12 de enero de 2009

Blues de Hachiko


"I'm going down town where there's music/ I'm going where voices fill the air/ Maybe there's someone waiting for me/ With a smile and a flower in her hair
I'm going down town where there's people/ The loneliness hangs in the air/ With no-one there real waiting for me/No smile, no flower nowhere
".

"Voy al centro de la ciudad, donde haya música/ donde el aire esté lleno de voces/ Quizá allí alguien me esté esperando con una sonrisa y una flor en el pelo
Voy al centro, adonde haya gente/ La soledad suspendida en el aire/ No hay nadie esperándome/ No hay sonrisas, ni flores por ninguna parte
".

"Coles Corner", Richard Hawley (2005)


Richard Hawley, uno de los pocos románticos de verdad que le queda a la música británica, publicó en 2005 "Coles Corner", un disco precioso y atemporal, al margen de modas.
Coles Corner es el lugar tradicional de encuentro de la gente en Sheffield, su ciudad natal (su equivalente en Barcelona sería la entrada de El Corte Inglés, o del bar Zurich, en la plaza de Catalunya).

En Tokyo, ese lugar especial donde la gente se cita es la estatua de Hachiko, junto a la salida del mismo nombre de la estación de trenes de Shibuya.

Hachiko era el perro de un profesor que vivía cerca de la estación, y que cada día acudía allí, a esperar el regreso de su amo. Cuando éste murió, el animal siguió fiel a su costumbre, durante 10 años, hasta su muerte. El cariño de los japoneses por esta historia le hizo merecedor de una estatua en su honor y de un mural con su imagen en la terminal.

Pasé un plomizo y líquido domingo deambulando por el distrito de Shibuya, buscando tiendas de discos donde adquirir música que no encontraba en España.

Shibuya es, en cierto modo, el alma joven de Tokyo: todo un hervidero humano, un inmenso escaparate de tendencias, rodeado de pantallas gigantes y neones multicolor. Pero para alguien como yo, que no está teniendo un buen día, se transforma en un lugar extrañamente excluyente, que acentúa la sensación de desarraigo y de fugacidad que puedes llegar a sentir en grandes ciudades como ésta.

Como cantaba Richard al inicio de esta entrada, la muchedumbre arropa, pero también difumina y puede hacerte sentir más solo e insignificante.

Es entonces cuando empiezas a aislar momentos, a capturarlos, y a dejar vagar la imaginación. Es entonces cuando ves a una chica sola, bajo la lluvia, esperando algo, o a alguien, que le de sentido a todo. Y es entonces, justo en ese instante, cuando piensas en Hachiko, ese bendito perro estúpido.

Tan estúpido como para esperar diez años.
Tan bendito como para morir con la esperanza intacta.

2 comentarios:

Alimatou dijo...

He llegado aquí por casualidad. Es preciosa la historia del perro, realmente preciosa. Apuesto a que poca gente que decían querer a aquel hombre esperaron tanto por él nunca, ni le guardaron esa fidelidad en sus diferentess modos. Una parábola de la amistad ultraespecies. Voy a copiarme la imagen para recordarla.

Respecto a lo que dices de la ciudades, es totalmente cierto, cuanta más gente más te difuminas, más insignificancia, con el riesgo de sentirte más solo que nunca.

J Luís dijo...

Bienvenido seas, Alimatou, y gracias por tu comentario.

Tokyo es una ciudad magnética y fascinante,que, para bien o para mal, crea sensaciones intensas y perdurables.