jueves, 22 de enero de 2009

Dos mundos


La decisión de los islandeses de abrazar el cristianismo fue tomada en otro paraje simbólico: Thingvellir.

Uno de los puntos distintivos del paisaje islandés es su caracter circular, panorámico. Las imagenes suelen hacerle poca justicia ya que no dejan de ser ventanas pobres y estrechas, pedazos insuficientes de un todo majestuoso.

Thingvellir es así; en principio, nada destaca especialmente: una llanura por la que serpentea un río que va a parar a un lago, una discreta cadena de montañas al fondo, una quebrada por la que discurre un sendero. Sin embargo, la visión de 360 grados del conjunto proporciona una gozosa sensación de grandeza y armonía a la par.

En Thingvellir se reunía el Althing, el antiguo Parlamento islandés, compuesto por los jefes de todos los clanes de la isla. Aquí se tomaban las decisiones que regían la vida de los primitivos islandeses, pero con el tiempo acabó siendo un punto de encuentro anual, el corazón de toda la cultura de la isla, todo un "santuario nacional protegido", según recoge la ley que lo convirtio en Parque Nacional en 1930




No solamente lo explicado anteriormente confiere a Thingvellir un caracter único.
Poco podían imaginar los primitivos pobladores de la isla que el lugar que habían elegido como punto de reunión está situado justo en la brecha que divide dos de las grandes placas tectónicas del planeta: la norteamericana y la euroasiática.
Estas placas se separan cada año unos pocos centimetros; si este proceso se acelerara, Islandia acabaría partiéndose por la mitad.

Nadie diría, viendo la serena quietud de Thingvellir, empapándose de la tranquilidad de espiritu que transmite su contemplación, que debajo de tan hermoso tapiz laten, acechantes, las fuerzas que fueron capaces de crear dos mundos.


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