miércoles, 21 de octubre de 2009

Oriente en Occidente

Adivinan dónde han sido tomadas estas imágenes?






























No, no pertenecen a ningún país oriental.
Son instantáneas tomadas en la ciudad de Vancouver y en Victoria, la capital de la de la Columbia Británica.

Esto es Canadá.



Alrededor del 11% de la población canadiense es de origen asiático y se concentra en las grandes áreas urbanas de Ontario sur, Vancouver y Montreal.

La mayor parte (casi dos millones de personas) de esta "inmensa minoría" es de origen chino y desciende de los emigrantes que, a finales del siglo XIX, partieron de Guangdong a Canadá para construir la red ferroviaria que atravesaría las Montañas Rocosas. También llegaron muchos japoneses, que se establecieron como mercaderes y pescadores por toda la Columbia Británica.

En 1923, el gobierno federal aprobó el acta de Inmigración China, impidiendo con ello la entrada al país a cualquier inmigrante chino, y, por extensión, a cualquiera que no fuera blanco. En 1947, dicha acta fue revocada.
Durante la guerra de Vietnam, numerosos refugiados vietnamitas llegaron a Canadá, y cuando Hong Kong fue devuelto a China, se provocó otra oleada de inmigración de ciudadanos chinos que establecieron sus negocios en los distritos comerciales de las grandes ciudades. En las últimas décadas, se ha añadido una importantísima colonia india y filipina (casi millón y medio de personas): sus habilidades para hacer negocio y el dominio del inglés han facilitado sobremanera su integración.
Tanto en Vancouver como en Victoria hay grandes barrios chinos, los más grandes del continente americano después del existente en San Francisco. Es curioso comprobar como esos barrios son, a la vez, el centro histórico de sus respectivas ciudades, lo que da fe de la longevidad de la presencia asiática en tierras canadienses. En esos barrios tomé las fotos de más arriba, pero en cualquier parte de las ciudades -en sus calles, en los comercios, en el transporte público- se percibe la importancia, el tamaño y, lo que es más importante, el grado de integración natural que esta variopinta y multinacional comunidad tiene en este joven país.

Un servidor, que viene de España y de Cataluña, donde de una forma cada vez más preocupante se contempla a la inmigración como un problema grave de seguridad, no puede evitar admirar adonde se puede llegar con la cultura y el respeto como flamantes banderas que sustituyan a las existentes, ya raídas y gastadas por los discursos de los "padres de la patria" (de las patrias) y de tanto hipócrita suelto.




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