sábado, 19 de marzo de 2011

Japón


Observen esta imagen nada retocada del monte Fuji.
Posee un cierto halo kitsch que me recuerda a esos "matte paintings" deliciosos de las películas de la primera mitad del siglo pasado. La tomé en una excursión organizada por los alrededores de la montaña. No guardo un buen recuerdo de aquel día; de hecho,si pudiera borrar algo de mi estancia en Japón, sin duda sería ese día. Seguro que conocen la sensación: el día que más acompañado estás, cuando más gente te rodea, es aquel en que deseas estar solo, llorar y evaporarte.

Viene todo esto a cuento de una cosa: se me han quitado las ganas de hablar de Japón.

Llevamos -al menos yo- ya una semana desayunando, comiendo, cenando con la catástrofe y sus consecuencias. Ya nos hemos inmunizado a las gigantescas olas negras y a las casitas arrastradas a la deriva, a ver cientos de coches y contenedores y barcos apiñados como si fueran los restos del juego de un niño travieso, a las sucesivas explosiones en la central nuclear de Fukushima. Las autoridades japonesas, en un gesto de dignidad moral que no conocemos por aquí, nos han ahorrado la visión de los cadáveres, y las cifras oficiales de bajas se nos antojan decepcionantes aunque sean reales (un muerto es un muerto real, no un desaparecido). Hemos escuchado todos los tópicos habidos y por haber sobre los japoneses ("¡no lloran!" ¡no muestran sentimientos!), nos ha hecho mucha gracia verlos guardando cola estoicamente delante de la única tienda abierta del pueblo, esa que nosotros hubieramos saqueado a conciencia después de apalizar al tendero.
Digamoslo claro y alto: pasado el terremoto y el tsunami, lo único que despertaría nuestro interés es una catástrofe núclear que dejara a Tokyo convertida en una ciudad fantasma sembrada de infestados, pero de momento no está siendo el caso y los japoneses están reaccionando de la mejor forma que saben: con educación, respeto, solidaridad y entrega
Aburridos y decepcionados, hastiados por la falta de espectáculo, giramos nuestras cabezas para presenciar la inminente partida de videojuego contra Gadaffi, donde seguro que no nos faltará nada de lo que echamos a faltar (especialmente cadáveres) en la tragedia de Japón, y dejamos a éstos a su suerte. Mientras tanto, en ese otro Japón rural, costero y montañoso, desconocido, malviven encerradas en un gigantesco perímetro de seguridad decenas de miles de personas,muchas de ellas de avanzada edad, sin su medicación, pasando frio, aisladas del exterior,expuestas a posibles fugas radiactivas, con escasez de suministros y víveres. A pocos kilómetros, en una central nuclear dañada y al borde del  colapso, pequeños grupos de operarios y bomberos revisten de honor el término kamikaze y luchan denodadamente contra el reloj y la fatalidad . Y me acuerdo de aquella puta excursión, deseando poder estar a solas, aunque fuera un minuto, y llorar toda la tristeza que me embargaba. Y no puedo dejar de pensar en esos benditos seres, prisioneros en un limbo de aire y frio. Ojalá puedan, ahora que no les miramos impúdicamente, llorar por todo lo que fue y será. 

6 comentarios:

hombrerrante dijo...

Me impresionan tus líneas, se nota que estás lleno de sentimientos hacia la isla. Yo nunca estuve, y ahora la veo desde lejos, con la posibilidad de cambiar de canal si me aburro del drama. Y sin embargo entiendo bien lo que dices. A veces uno debe afrontar las penas en soledad, dejar que el tiempo pase y la radiactividad se vaya con la lluvia y el tiempo. Pero para eso queda mucho. Así que solo te puedo desear paciencia.
Un saludo.

J Luís dijo...

Bienvenido, hombrerrante, a Japandia y gracias por tu reflexión.El tiempo hará que cure las heridas en el corazón de los japoneses y su territorio. También espero que algún día aprendamos a ver a las personas de cualquier lugar del planeta y a sus sentimientos más allá de los tópicos sin sentido y de nuestra ignorancia.

Patyclau dijo...

Hola Jose Luís, que razón tienes, personas absolutamente disciplinadas,reaccionando de un manera ejemplar ante el resto del mundo.¡Ojalá puedan llorar ahora que no les miramos! Pero, desde luego , nos han dado una lección.

¿Como estas?

Un abrazo fuerte

J Luís dijo...

Desde luego que sí, en un mundo tan egoista como el nuestro hay que recuperar el sentido colectivo de la sociedad japonesa, el pensar en el grupo y no solo en uno mismo.
Dentro de lo que cabe, me encuentro bastante bien, Paty, a una quimio de acabar este primer ciclo. Te agradezco muchísimo tu interés y te mando un fuerte abrazo desde JPD.

Dorothy dijo...

Es triste pero es verdad. Van pasando los días y cada vez nos interesa menos Japón y su gente. Pasada la novedad ya estamos buscando otra desgracia nueva sobre la que poder hablar. Yo no consigo quitarme de la cabeza la imagen de una mujer sentada sobre las ruinas, vestida solo con un jersey, y llorando. Lo único con vida en una inmensidad de destrozo.
Un abrazo.

J Luis dijo...

Hola, Dorothy. Es tristísimo. Puedo llegar a entender que pasen los días y se diluya la atención, lo que me parece aberrante es que se reavive el interés sólo ante la perspectiva de una catástrofe nuclear, peor aún, a veces parece que se desee que ocurra.
Un fuerte abrazo desde JPD.