
(comparen el tamaño con el bolígrafo para que se hagan una idea).
No pueden imaginarse la ilusión que me hizo.
Saben por qué ?
A mí me gustan los faros desde que era pequeño.



-en sus relatos de Los Cinco o de Los Siete Secretos- siempre aparecía alguno, como elemento de misterio o aventura, como lugar de huida o escondrijo, como refugio de almas atormentadas.
Ya de mayor, siempre que viajo a una isla o a un país con costas, necesito estar cerca de uno de ellos, algo en mi interior hace que acuda a su llamada.


Los faros tienen un enorme poder metafórico y simbólico:
esa luz que , en medio de la niebla o la tormenta, aparece para avisar a los marinos del peligro y mostrarles el camino seguro es, a menudo, convertida en figura espiritual que nos ilumina el sendero correcto para transitar por la vida .

A mí siempre me atrayeron, básicamente, por 2 motivos:
1. Su condición de lugar alejado de todo y de todos.
Esa soledad, ese aislamiento, siempre ha dado alas a mi imaginación
2. La figura del farero.
Siempre los imaginé como personas muy sabias y cultas, ya que tenían todo el tiempo del mundo para pensar, leer y escribir.
Con el tiempo descubrí que no todos los fareros viven en soledad y que faros en el fín del mundo hay cada vez menos .
De hecho, la mayoría están siendo automatizados, convirtiendo al farero en alguien que se ocupa del mantenimiento pero que no necesita vivir en ellos.
Este maravilloso libro -de formato acorde a su contenido- recoge una muestra de los faros más bellos y/o singulares del planeta y explica su historia.
Leyendolo, y viendo sus estupendas imágenes, he vuelto a soñar con historias de piratas y ladrones, de fugitivos y de almas solitarias... me he vuelto a sentir un poco niño.
Este verano visitaré por primera vez la isla de El Hierro.
Estoy seguro que allí habrá algún faro esperándome
Nota: Islandia, Escocia, Japón, Noruega, Menorca, La Gomera...lugares a donde pertenecen las imágenes de faros de esta entrada.
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