No soy una persona religiosa, pero lo más cerca que he estado de creer en un Dios ha sido recorriendo Islandia.
La luz irreal, filtrándose en capas brumosas;
la sublime vastedad de un horizonte infinito rodeándote;
cielo, mar y tierra fundidos...
Sí, en Islandia pude llegar a creer en alguien puro, capaz de crear perfección despojada, sin mácula.
viernes, 26 de septiembre de 2008
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