jueves, 16 de octubre de 2008

Okichi blues

Durante mi estancia en Shimoda, un pueblo costero en la costa oriental de la península de Izu, tuve ocasión de conocer la triste historia de Okichi.

En 1854, Okichi Saito, una bella joven de 17 años, fue forzada por las autoridades locales a abandonar a Tsurumatsu, su prometido, y ponerse a trabajar para Townsend Harris, el primer cónsul de los Estados Unidos en Japón, un puritano soltero entrado en la cincuentena y con problemas estomacales derivados de una úlcera.

Era aquel un momento delicado, en el que los Estados Unidos exigía a Japón la apertura comercial y el permiso para que sus barcos atracaran en puertos nipones.

Parece que nunca ha quedado claro si fue Harris quien requirió a la joven y hermosa Okichi, y si el papel que ésta tuvo que desempeñar fue el de doncella, enfermera o -como las malas lenguas se encargaron de propagar- el de concubina.

La realidad fue que, al regreso de Harris a Estados Unidos, Okichi quedó estigmatizada por su relación con un gaijin (extranjero) y, repudiada por los lugareños, se vió obligada a vagabundear hasta que, años después, volvió a encontrarse con Tsurumatsu en Yokohama.
Los dos permanecieron juntos durante un tiempo, pero ella ya había comenzado a tener problemas con la bebida, y Tsurumatsu acabó dejándola. Okichi regresó a Shimoda y abrió un restaurante que no prosperó y que tuvo que vender al poco tiempo.

Poco después, sufrió una paralisis parcial derivada de su alcoholismo, pero consiguió sobrevivir varios años más hasta que acabó quitándose la vida, ahogándose en un río cercano, en 1892.

En la actualidad está considerada toda una heroina en Shimoda, el pueblo que la repudió hace ciento cincuenta años y que ahora, cada 27 de marzo (el día de su suicidio) celebra un festival en su honor.

Los restos de Okichi Saito yacen en el templo de Hofokuji, en la misma localidad.

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