lunes, 15 de diciembre de 2008

Aquí, ahora

Suele ser habitual que, como dice el refrán, veamos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Por estos lares, y en estos tiempos, solemos culpar al que llega de fuera de todos nuestros males, se lo cuestionamos todo desde nuestra perspectiva,
arrogándonos una superioridad moral y una rectitud ante la vida que no le presuponemos a él .

Viene esto a cuento de algunos pensamientos que me ha provocado el visionado de "Camino", la última -y realmente impresionante- película de Javier Fesser.

Dejenme avisarles de que la considero una película durísima.
Creo ser una persona algo curada de espantos -al menos cinematográficamente hablando- pero les prometo que pasé la dos horas y pico de proyección con el corazón encogido y los ojos anegados en lágrimas.

"Camino" está inspirada por una historia real: la muerte, por una larga y dolorosa enfermedad, de una niña, y la posterior petición de beatificación por parte del Opus Dei (si no lo conocen, les diré que el Opus Dei es una institución socio-religiosa perteneciente a la iglesia católica, de origen español y fuertemente arraigada aquí -pero con tentáculos que abarcan todo el mundo- y cuyo funcionamiento la dota de todas las características necesarias para que la consideremos una secta religiosa).

Fesser dice que ha querido ser neutro e imparcial con respecto al Opus, pero la verdad es que no deja títere con cabeza y emplea todos los medios -algunos de ellos discutibles- estéticos y dramáticos a su alcance para denunciar el funcionamiento sectario y anulador del individuo que utiliza la organización. Visualmente poderosísima -los angustiosos sueños de Camino- e implacable narrativamente ( la historia está repleta de subtramas bien resueltas que no dejan de alimentar el tronco del relato), "Camino" te arrincona contra las cuerdas y no te deja coger aire.

"Camino" es también una de las más tristes y dolorosas historias de amor - la de una niña por un compañero de colegio- vistas últimamente por un servidor. Todos los temas que toca esta película (vida, muerte, enfermedad, familia, religión, fanatismo, poder, etc) no tendrían, por sí solos, el sentido devastador que les acaba otorgando el amor que Camino -tan sólo una niña de 11 años- profesa por Jesús.
Pienso que "Camino" es la gran película española de 2008. Esten atentos, porque dará mucho que hablar (en España ya ha sido así) fuera de nuestras fronteras.

Que a qué venía todo esto, se preguntarán ustedes.

Pues a que mientras estamos entretenidos y distraidos cuestionando otras culturas y religiones, a nuestro alrededor -aquí, ahora- se mueve otra realidad que no quieren que veamos y que nosotros tampoco queremos ver. Criticamos las sectas, pero toleramos al Opus; cuestionamos el velo en las mujeres musulmanas, pero no pensamos nada del luto integral que tantas mujeres muestran, todavía hoy, en este país; no queremos mezquitas ni rezos hacia La Meca, pero no tenemos ningún problema en subvencionar colegios dudosamente cristianos; nos escandaliza la cabeza tapada de la mujer árabe, pero nos parece de lo más normal que nuestras niñas muestren la goma del tanga por encima de sus minúsculas faldas y exiguos pantalones.

Quizá les parezca reaccionario por mi parte, pero entre el regreso a la Edad Media, representado por algunas costumbres foráneas o patrias (el Opus, sin ir más lejos) y la dejación moral que acompaña a la sociedad occidental en su huida sin sentido hacia delante, puede, debe haber algo que podamos hacer.
Aquí y ahora.

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