lunes, 23 de marzo de 2009

El abrazo de Almodovar

Una película, "Chicas y maletas", sospechosamente parecida a "Mujeres al borde de un ataque de nervios"; dos épocas (1994 y 2008) y dos lugares: una ciudad (Madrid) y una isla (Lanzarote); tres historias de amor (amor enfermizo y cruel, amor arrebatado, amor íntimo y silencioso); cuatro personajes principales (una secretaria aspirante a actriz, un todopoderoso empresario, un guionista ciego y su abnegada ayudante) y un montón de secundarios.

Todo ésto y más en "Los abrazos rotos" (2009), la esperadísima nueva película de Pedro Almodovar.

Como de costumbre, cada nuevo estreno del director manchego se ve rodeado de una expectación a todas luces exagerada, y la opinión pública acaba polarizándose entre partidarios y detractores de su arrebatadora manera de entender el cine.

Pues bien, antes de continuar dejen que tome partido:
a mí me gusta "Los abrazos rotos".

Y me gusta a pesar de que el director vuelve a cometer el mismo tipo de errores que hacen que muchos de sus filmes no vuelen tan alto como deberían.

Verán. Después de 17 películas, hasta su enemigo más acérrimo debe reconocer que Almodovar ha sabido fraguarse un mundo que le pertenece -todo un catálogo de referencias cinematográficas, pictóricas, literarias, teatrales, musicales, cromáticas, estéticas- y al que dota de incuestionable personalidad.

El Almodovar de 2009 es un animal en el arte de contar con la imagen, de narrar con luz, sombras y color (con la inestimable colaboración, en esta ocasión, del mexicano Rodrigo Prieto, el brillantísimo director de fotografía de las películas de Gonzalez Iñárritu y de "Brokeback Mountain" y " Se, Jie /Deseo, peligro", los dos últimos trabajos del taiwanés Ang Lee).
En este sentido, destacar la depurada elegancia obtenida en la composición de planos y la incorporación del color morado a la habitual paleta cromática del cineasta.

Almodovar también escribe todas sus historias, y las dota de una fuerte personalidad, pero acaba entorpeciéndolas con una artificiosa complejidad argumental, con un exceso de ideas y personajes que seguro que a él le aportan mucho, pero que a mí me suelen distanciar de la historia principal que cuenta.

Siempre he pensado que a Almodovar le iría bien dirigir un guión ajeno que le liberara de algunos de sus tics recurrentes a la hora de escribir, y que sus mejores trabajos ( para mi gusto, "Hable con ella" y "La flor de mi secreto") lo son porque supo crear una historia sencilla y poderosa y se concentró en exponerla utilizando toda su sapiencia cinematográfica.

En "Los abrazos rotos" hay digresiones, hay personajes y escenas prescindibles, alguna interpretación floja, y -lo peor de todo, siendo Almodovar un director que hace de la pasión bandera- no acaba de transmitir el sufrimiento de sus personajes.
Sin embargo, consigue que nos olvidemos de todo ello gracias a la tremenda capacidad seductora de su puesta en escena, a esa elegante inventiva visual que nos recuerda que el cine es, antes que nada, imagen en movimiento, y en eso hace ya años que Almodovar sentó cátedra.

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