jueves, 23 de abril de 2009

El frío invierno sueco (y 2)

Nieva. Hace frío.
Entre tu nariz y tu boca, un perpetuo río helado.
Los días pasan en blanco, congelados. Cada mañana, la tortura de ir a clase.
Nadie va a ser tu amigo. En tu mejilla, una herida que no quiere sangrar.
Tus pantalones, dentro de un urinario, empapados.
Vuelves a casa en pantalón corto de deporte.
Clavas una navaja en un árbol repetidas veces.
Cae la nieve, hace frío...
Tus padres hace tiempo que no viven juntos.
Él bebe con un amigo cuando está contigo. A ella, la vida le desborda.
En tu cuarto, cuando estás a solas, miras al infinito a traves del cristal empañado de la ventana, esperando, deseando que la vida sea algo más que ésto.


El duro invierno sueco para Oskar, un chaval de doce años.
Su tabla de salvación: Eli, su nueva vecina, una chica de su edad.
Su única amiga. Su primer amor.
Poco importa que sea un vampiro.
El más triste y desamparado que hayas visto nunca.

Voy a decirlo ya: "Dejame entrar" (Lat den rätte komma in) (2008) es la mejor película que he visto en lo que va de año.

Basada en la novela de John Ajvide Lindqvist, con guión del propio autor y magistralmente dirigida por Tomas Alfredson, "Dejame entrar" desborda las convenciones del género de terror y vampirismo y se convierte en un delicado y cruel cuento gótico moderno, en una oscura pero hermosa historia de amor infantil, y en una desasosegante crónica de una adolescencia dificil en un entorno tremendamente hostil. No es poca cosa.

El principal mérito de Lindqvist como guionista es conjugar elementos tan dispares ( amor adolescente, acoso escolar, vampirismo) e integrarlos de forma tan natural en una historia tremendamente atractiva en todas sus derivaciones.

Y el de Tomas Alfredson (retengan este nombre a partir de ahora), el contarla de una forma tan imaginativa, convirtiéndola en poesía visual, haciendo un uso excepcional del sonido y del fuera de campo ( prodigiosa la secuencia de la piscina, toda una cumbre del cine fantástico de todos los tiempos: les juro que estuve a punto de ponerme de pie en la sala y aplaudir).

Los americanos ya han comprado los derechos para hacer su versión.
Allá ellos con sus dólares y su falta de ideas.
La imaginación y el sentimiento de "Dejame entrar" no tienen precio.

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