Ríos pristinos repletos de troncos flotando, pétreas montañas espolvoreadas de blanco, interminables trenes de mercancías, mastodónticos camiones cromados y anaranjados autobuses escolares, rancheras 4x4 por doquier, muelles de madera, barrios chinos, downtowns fantasmales, totems multicolor, multiculturalidad amable y curiosa, muchas sonrisas, servicios sociales y gente a la que servir a sus puertas, plácida conducción (mecido por las voces de Rufus, de Ron, de K.D., de Feist, de M. Ward, de Jens, de Kurt...) por carreteras infinitas, una cerveza Sleeman (o Molson) al final del día, suero para limpiar mis manos, cascadas, porcelanosos glaciares fundiéndose paulatinamente al sol, oseznos esquivos, caribues invisibles, castores apagafuegos, invernales mascotas olímpicas, caminar sobre gélidos lagos turquesa, un inmenso y pacífico océano incendiado por el crepúsculo, queridos faros rojiblancos, ballenas cercanas -¡por fín!- pero no lo suficiente, infantiles marsopas jugueteando con la estela de los barcos, mis rodillas enterradas en la nieve, huevos y más huevos para desayunar, la copa de Europa en un ferry, lynchianos pasillos de motel, preciosas aldeas (el descuido hecho arte), chatarras y herrumbre sobre la hierba perfumada, árboles milenarios, hojas y sirope de arce, praderas en scope, el silencio de la Columbia Británica...
y Labrador, Nueva Escocia y Terranova, esperándome algún día en la otra costa
Así es mi Canadá
viernes, 5 de junio de 2009
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