El pasado sábado estuve comiendo en casa de mis padres, algo que repito cada dos o tres semanas. Esas visitas periódicas (en las que hacemos un repaso a nuestra vida cotidiana y a la de la familia) nos sirven, básicamente, para comprobar de primera mano que nos encontramos bien.
Mis padres ya son mayores y padecen algún que otro achaque pero, afortunadamente, conservan un razonable estado de buena salud que les permite llevar una vida normal.
Papá es reservado y serio, paciente y metódico, está muy a gusto en su casa y no deja que nada se estropee; mamá es nerviosa e inquieta, alegre y charlatana, y no para de entrar y salir de casa ni de hacer cosas.
Diríase que son la noche y el día, pero ahí están, firmes, el uno para el otro, hasta el final, con esa clase de amor ( ¿amor? ¿qué es amor hoy día?) que ya solo se tienen nuestros padres.
Ya a media tarde, y aprovechando que estaba en Barcelona, fui al cine para ver "Still walking / Aruitemo aruitemo"(2008), la última película de Kore-eda Hirokazu, uno de los mejores directores japoneses de la actualidad .
A Kore-eda lo conocí con la impresionante "Nadie sabe / Daremo shiranai" (2004), la crónica de la supervivencia a escondidas de cuatro niños abandonados por su madre en el Tokyo actual. Tengo grabada en mi memoria la silueta recortada contra el amanecer de el mayor de ellos, arrastrando una maleta que contiene una terrible y dolorosa carga por las inmediaciones de un aeropuerto.
En "Still walking" Ryota (Hiroshi Abe), acompañado de su actual mujer y el hijo de un anterior matrimonio, visita a sus padres -ya mayores- que viven en una casa de una población costera alejada del bullicio urbano. Será una reunión familiar - también acude su hermana y su familia- para conmemorar la muerte del hijo/hermano mayor en un trágico accidente ocurrido 15 años atrás, y en la que de un modo sumamente sutil -mientras cocinan, comen, se bañan, pasean, miran fotos o escuchan un disco- aflorarán recuerdos, secretos, rencores y heridas no cerradas del pasado, y se sentarán algunas bases para el futuro.
Lo que más me ha gustado de esta estupenda película ha sido comprobar la universalidad de lo que cuenta: cambian las ropas, las casas, las comidas, pero ahí están los mismos sentimientos, las mismas emociones.
Cuenta Kore-eda que "Still walking" nace del pesar que le provocó la perdida de su padre y su madre en el transcurso de los últimos seis años, por eso quiso llenar esta película de vida y construir a los padres de Ryota con los recuerdos que tenía de los suyos, especialmente los de su madre.
No me cuesta nada reconocerme en Ryota/Kore-eda.
Cada vez pienso más en papá y mamá.
jueves, 2 de julio de 2009
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2 comentarios:
Voy a ver si puedo ver las peliculas y te comento.
Un abrazo
No lo lamentarás, Patyclau, ya verás
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