martes, 10 de noviembre de 2009

El cielo de Umeda (blues de Osaka)

Diseñado por Hiroshi Hara y construido en 1993, el edificio Umeda Sky, con sus 173 metros de altura, se erige como la construcción más elevada de Osaka. Hara es conocido por sus construcciones ultramodernas, no exentas en ocasiones de polémica, tal como ocurre con ésta misma o con la estación central de Kyoto. Esta especie de Arco de Triunfo del siglo XXI está coronado por una terraza circular -desde la que se divisa una espléndida vista panorámica de la ciudad- que lo convierte en el lugar ideal para despedirse de Osaka, escasas horas antes de tomar el shinkansen (tren bala) que me llevará de vuelta a Yokohama.

Un primer tramo en ascensor, y un segundo hasta la azotea a través de una vertiginosa escalera mecánica exterior, completamente acristalada. Es la tarde de un domingo, el momento más extraño de la semana, de mis semanas, todo un interrogante abierto donde verter incertidumbres y desazones.
En el exterior, temperatura suave y brisa agradable, turistas ociosos como yo, aficionados y profesionales de la fotografía, sonrientes grupos de amigos y apocadas parejas de enamorados, todos esperando el crepúsculo. Por los altavoces suena una canción pop japonesa que se asemeja mucho a "I.G.Y.", el tema que abría el magistral "The Nightfly" (1982), de
Donald Fagen (y que siempre me ha hecho sentir bien), toda una visión irónica al futuro desde los años 60, conducida por una base rítmica de vientos y teclados sobre la que mecerse eternamente.


Apoyado en la barandilla, contemplo el ocaso.
Sobre la bahía, el sol, fulgurante, convertido en una inmensa bola amarilla a punto de ser engullida por el mar. Sol hermoso, vengo a rendirte pleitesía, a verte morir por hoy y a morir un poco contigo. Mañana volverás a estar ahí, tan radiante como inalcanzable.

Veo tus destellos anaranjados tiñendo los puentes que cruzan el río Yodo y las vidrieras de los edificios altos, veo encenderse neones publicitarios y corporativos en fachadas y azoteas, veo guirnaldas de luces de tráfico centelleando en los carriles de la autopista de Hanshin, veo las balizas de los rascacielos salpicando de rojo el horizonte.
Osaka ahora parece, es una ciudad hermosa, y no el amasijo gris de hormigón que he visto este mediodía desde el tren suburbano.
Se organiza un revuelo al otro lado de la terraza que me saca de mis pensamientos y veo aparecer, entre el gentío, envuelta en murmullos, expresiones de admiración y flashes de cámaras, a una novia vestida de blanco, sonriente, feliz en su dia más feliz, dichosa en su tarde perfecta de domingo, absorta en su paréntesis de plenitud.
"Qué hermoso será este mundo / qué momento más glorioso para ser libre", cantaba Fagen en su canción.
Creo que ya va siendo hora de marchar.


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