jueves, 26 de noviembre de 2009

Totoro

Me acompañó por Japón durante 2 meses. Visitó conmigo Tokyo, Yokohama, Nara, Osaka, Izu y Kyoto. Vimos juntos el Fuji y sus lagos, las playas de Shimoda, los acantilados de Dogashima, los templos de Kamakura, los rascacielos de Shinjuku, las casitas de Gion. Lo llevaba colgando de mi mochila. Desapareció en algún momento del trayecto entre Tokyo y Barcelona, en el interior de un compartimento de equipaje de mano, o en una cinta inspeccionadora, o entre los asientos de la sala de espera de alguna terminal aérea.
Era una figurita de Totoro, un regalo de Setsuko, mi mamá japonesa.

Los Totoros son espiritus del bosque y viven en el interior de un árbol gigante. Físicamente son una mezcla de tanuki (mapache japonés), búho y gato. Los hay de tres tipos: Chibi (el más pequeño, de color blanco), Chuu (el mediano, azul) y Oh (el mío, el de mayor tamaño, gris). Los Totoros poseen una sonrisa contagiosa, tienen la capacidad de volar (aunque también les gusta desplazarse en gatobús), se hacen invisibles cuando quieren y sólo pueden ser vistos por los niños de corazón puro e inocente.



Aunque disponible en DVD desde hace años, el éxito de "Ponyo en el acantilado/ Gake eu no Ponyo) ha propiciado que, 21 años después,  "Mi vecino Totoro / Tonari no Totoro" (Hayao Miyazaki, 1988) se estrene en las salas comerciales españolas.

Siempre es un placer reencontrarse con Miyazaki y sus creaciones. En esta ocasión, de la mano del que quizá sea su personaje más emblemático y querido ( y por ello, imagen corporativa del Studio Ghibli, su centro creativo).



La historia que cuenta "Mi vecino Totoro" se resume en pocas líneas: dos niñas, Satsuki y Mei, marchan al campo a vivir con su padre, mientras que su madre se recupera de una grave enfermedad en el hospital de la comarca. Allí, en un bosque cercano, descubrirán a los espiritus del bosque y se harán amigos. Cuando la pequeña Mei se pierda intentando llegar al hospital para ver a su madre, Totoro, el rey del bosque, ayudará a Satsuki a encontrarla.

Mucho les he hablado por aquí de la magia del universo Miyazaki y mucho podría hablarles de la cantidad de detalles que llenan esta película en la que, aparentemente, pasan tan pocas cosas. Pero me voy a quedar sólo con 2 momentos: uno, cuando Mei conoce a Totoro en el interior de su madriguera, en el árbol grande; el otro, la espera del autobús bajo la lluvia (ver video). Ambas comparten el mismo deleite sensorial, la misma perdida de noción del tiempo, el placer del descubrimiento cuando eres pequeño y la vida parece eterna.

Por último,  una anécdota que me sirve para dar idea de la enorme popularidad de "Mi vecino Totoro".
En 2005, uno de los tripulantes de la nave espacial "Discovery", japonés, tuvo la oportunidad de elegir música para amenizar uno de sus paseos espaciales. Eligió "Ganpo", una canción interpretada por los alumnos de la clase de sus hijos,  la misma que abría la película.
Con ella les dejo, mientras imagino a ese astronauta, flotando feliz en una negra ingravidez, tarareando para sus adentros " vamos a dar un paseo, vamos a dar un paseo, me siento fenomenal "

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