miércoles, 5 de mayo de 2010

Y sin embargo...


"tsuyu no yo wa - tsuyu no yo nagara - sarinagara"

"sólo rocío - es el mundo, rocío - y sin embargo"

Kobayashi Issa



"Una madre amamanta a su hijo: es una mujer muy joven, en todo el esplendor de su reciente maternidad, el torso blanco y brillante entre los pliegues separados del vestido, un seno descubierto del que mama el bebé. Ambos parecen haber sido heridos sólo superficialmente: en la mejilla derecha de la mujer, en su magnífico rostro, se abre solamente la flor roja de una herida; y del niño, si bien parece herido más seriamente en el cráneo, la piel presenta sólo el rastro de algunas quemaduras superficiales; bebe con tanta energia concentrada que se lo creería obstinadamente aferrado a la vida, a resguardo como su madre en el corazón mismo del cataclismo, vivo en el siniestro ojo del huracán, a salvo, resuelto a reponer las fuerzas necesarias para empezar una segunda existencia entre las ruinas."

A Yamahata Yosuke (1917-1966), fotógrafo profesional asignado al ejército japonés, se le envía a Nagasaki para documentar visualmente los efectos de"un nuevo tipo de bomba". Llega al oscurecer del día siguiente. Cuando despunta el alba, comienza a tomar una serie de fotos que acabarán pasando a la historia como el único testimonio gráfico de "el día después" de uno de los días más trágicos de la historia de la Humanidad. Del centenar de instantáneas tomadas, quizá las más famosas sean la que abre esta entrada y la que ilustra la cubierta del profundamente hermoso "Sarinagara", de  Philippe Forest . 

A Forest y a su esposa Hélene les cambia la vida ese día de enero de 1995 en que a su hija se le diagnostica un cáncer de huesos. Al cabo de un año, la pequeña fallece y el autor comienza un exorcismo personal que le lleva a escribir varios libros sobre esa perdida y a viajar con su esposa a Japón, con la esperanza de desaparecer y reinventarse, de encontrar una nueva vida que les permita conjurar su inmenso dolor.

"Sarinagara" significa "sin embargo", contiene todo el sentido del libro y sugiere la voluntad de supervivencia del ser humano. Es la última palabra del haiku que encontraron al comienzo de este post, obra de uno de sus maestros, Kobayashi Issa (1763-1827).  

A elementos biográficos de Yamahata y Kobayashi, de Sôseki Natsume (1867-1916), -autor de "Kokoro", "Botchan" y "Sanshiro", considerado el padre de la literatura japonesa moderna- y a los suyos propios recurre Philippe Forest para articular esta novela atípica, que comienza con un sueño del autor, intercala paisajes emocionales de Kyoto, Tokyo y Kobe (totalmente ajenos a la postal turística ya que Japón es, para el autor, un estado mental deseado), maneja elementos de ensayo con una lucidez tan humana como aplastante, y concluye con una reflexión que justifica y compacta elementos en apariencia tan dispersos.

"Sarinagara" no es un libro dificil, como puede que sugiera la metodología empleada, pero alberga en su interior reflexiones demasiado profundas e incómodas sobre el dolor, la perdida, el desarraigo, el sentido de culpa o el instinto de supervivencia como para salir indemne de su lectura.

  " En ocasión del quincuagésimo aniversario de la bomba, unos periodistas se propusieron encontrar a los hombres y mujeres que Yamahata fotografió. Ni que decir tiene que sólo unos pocos seguían con vida. Los que en aquella época escaparon a la muerte, habían perecido después de cáncer o de viejos. Inexplicablemente, la joven madre que daba el pecho a su bebé se contaba entre los supervivientes. Cuando le enseñaron la imagen, de medio siglo de antiguedad, en la que ella -magníficamente igual a pesar de los años, gloriosamente idéntica a sí misma- aparecía en todo su desaparecido esplendor de antaño, contó que el niño había muerto hacía tiempo, que en pocos días todas sus fuerzas lo abandonaron y acabó consumiéndose.
  Nadie puede comprender el corazón de esa mujer y lo que sentía mientras unos desconocidos le entregaban una imagen -quizás nueva para ella- que contenía todo cuanto le quedaba de su hijo perdido. Atravesando el campo inconcebible del tiempo, acudía a ella; no el niño mismo -puesto que nada podía hacerlo resucitar-, sino el hijo irremediablemente perdido, que se le restituía así y del que sólo podía decir una cosa: que aquel niño, como todos los demás, era infinitamente precioso, que nada podía justificar su horrible desaparición, que el paso de los años en nada atenuaría el escándalo desnudo de su ausencia. Y mirándolo por segunda vez, con una mirada que atravesaba el tiempo entero de su vida, la mujer -misteriosamente sonriente- devolvía al niño vivo el regalo generoso y melancólico de su inconsolable amor."

3 comentarios:

Icíar dijo...

¡Vaya libro! por lo que cuentas, sin duda lo leeré. Me interesa lo que cuentas. La elección del párrafo también.
Ha sido un placer.

Bea dijo...

Hola J Luís, me ha impresionado mucho este post. Ver las fotos de la página de Yosuke y es triste pero muy hermoso el último parrafo si.
Un beso.

J Luís dijo...

Hola, Icíar y Viola y gracias por vuestros comentarios. Os recomiendo fervientemente este libro, ya que en sus escasas 200 páginas alberga una gama muy profunda de sentimientos y reflexiones. Es muy curioso, Viola, que cuando Forest habla del fotógrafo Yosuke en ningún momento olvida que trabajaba para el ejército japonés como notario de la ferocidad nipona con sus enemigos y lo contrapone al sentimiento de vergüenza y culpa de ver a su pueblo padecer en sus propias carnes algo tan terrible.Pero su historia 8la de Yosuke) es sólo una gota en un charco mucho más ancho y profundo.